Gouache (moderno), 1962

Catálogo : [Catalogue raisonné, volume V, p. 62. Archives 862101]

22.00 cm. x 30.00 cm. | 8.66 in. x 11.81 in. (papel)

19.00 cm. x 26.00 cm. | 7.48 in. x 10.24 in. (imagen)

34.00 cm. x 40.00 cm. | 13.39 in. x 15.75 in. (marco)

Gouache on paper. Framed work 34 x 40 cm
Certificate of authenticity established by Alexis Poliakoff

La vida de Serge Poliakoff (1900-1969) está ligada a la turbulenta historia de la Rusia de principios del siglo XX. Nacido en 1900 en el seno de una familia numerosa y feliz, su vida de joven dio un vuelco cuando su padre murió en la Primera Guerra Mundial en 1917. Huyó a Constantinopla y luego cruzó Europa. Para ganarse la vida, trabajó como guitarrista. A principios de los años 20, llegó a París y lo convirtió en su hogar. Estudió mecánica y en 1929 decidió dedicarse a la pintura, sin dejar de tocar música, para mantenerse. Prosigue con constancia sus investigaciones pictóricas y logra encontrar su propio camino.
Hay un hilo conductor entre la música y la pintura en la obra de Serge Poliakoff: la armonía, una noción que es a la vez musical y pictórica, de armonía entre las diferentes partes de un todo. Serge Poliakoff no fue el inventor de la abstracción, que nació cuando era niño. Pero se apoderó de esta modernidad pictórica como nadie antes que él: en los cuadros de Poliakoff hay un equilibrio de formas y colores, un rigor geométrico sin sequedad.
Esta obra de 1962 -veinte años después del debut del artista en la abstracción- es una maravillosa ilustración del enfoque cromático del artista: azules y verdes se transforman superponiéndose, en un juego de transparencias. La materia pictórica es ligera, juega con colores habitualmente reservados a la pintura de paisaje y, por tanto, a la naturaleza a la que el artista era sensible.
A Poliakoff le encantaba trabajar sobre papel. Sus gouaches sobre papel fueron objeto de una notable exposición en el museo Maillol en 2004.
Este cuadro es emblemático del arte de Poliakoff a finales de la década de 1950, los años de su madurez. La fuerza de la composición -formas verdes que crean líneas y superficies fragmentadas- es equivalente a la fuerza de los colores. En una palabra, composición y color fueron pensados o sentidos al mismo tiempo, en un solo impulso por el hombre que decía querer «alcanzar la vida del color».

Certificado de autenticidad
La obra está en excelente estado
Firmada a mano por el artista

Ref : LCD4833