Yayoi KUSAMA

Biografía

Yayoi Kusama nació el 22 de marzo de 1929 en Matsumoto (prefectura de Nagano).

Desde muy pequeña se interesó por el arte y el dibujo. Su familia sufrió de lleno el impacto de la Segunda Guerra Mundial y Yayoi Kusama fue movilizada para el esfuerzo bélico: confeccionó paracaídas y ropa militar en una fábrica.

Marcada por la figura de un padre muy autoritario, la joven cayó presa de un delirio obsesivo, sufriendo alucinaciones visuales. Estudió arte, a pesar de la oposición de sus padres, y empezó a exponer sus obras, a pesar de que pocas mujeres eran elevadas al rango de artistas en el Japón conservador. Hizo del principio de acumulación el motor de su obra, y de los lunares su motivo favorito.

Apoyada por la artista estadounidense Georgia O'Keeffe, Yayoi Kusama llegó a Estados Unidos en 1957. Gracias a su nuevo círculo, en particular Donald Judd, pudo exponer y diseñar instalaciones a principios de la década de 1960.

A partir de 1966, Yayoi Kusama, que se había hecho popular en Estados Unidos, organizó performances y happenings en lugares emblemáticos de Nueva York: el Museo de Arte Moderno, la Bolsa y la Estatua de la Libertad. Estas actuaciones eran a menudo motivo de escándalo, debido a la desnudez de los participantes.

En sus actuaciones, Yayoi Kusama rara vez se pone en escena a sí misma, sino que utiliza los cuerpos de otros. En particular, se inspira en el butō, un arte coreográfico japonés de vanguardia creado justo después de la Segunda Guerra Mundial, que explora las características específicas del cuerpo, lentamente. Como siempre le han interesado la moda y el diseño, también crea prendas de lunares, cuya estética se inspira en la ropa tradicional japonesa.

Tras un periodo de intensa atención mediática, la carrera de la artista se detuvo en la década de 1970. De regreso a Japón, desde 1977 vivía en una institución psiquiátrica (a petición propia), de la que sólo salía para trabajar en su estudio.

En la década de 1980, la artista volvió a la palestra como figura destacada de la vanguardia. Fue invitada a representar a Japón en la Bienal de Venecia de 1993. Desde entonces, su obra ha sido objeto de importantes retrospectivas en todo el mundo, atrayendo a multitudes de visitantes que quedan especialmente prendados de sus entornos "infinitos", invadidos por lunares, LED, globos y motivos psicodélicos.

Desde 2017, un museo de Tokio está dedicado a su obra.